viernes, 9 de julio de 2010

Tú, sacerdote

Tú, sacerdote, naciste elegido para gloria de Dios. En tu infancia supiste ser niño alegre y virtuoso. Surcaste caminos a veces inciertos, mas María, tu guía, te llevó a dulce destino. Miraste en sus ojos la Vida abundante. De ella te enamoraste, y aquí estás, postrado frente al Amor. Tu entrega fue plena, y lo es cada día. Tu amor se fundió en el de Cristo Jesús, pues, como Él, todo te diste, fiel discípulo, amante altivo. Hoy eres reflejo vivo de tu Dios. Caminas, como siempre, junto a la Madre del Señor; la llevas en tu pecho y la irradias por doquier. Das vida a tus hermanos, pues das Cristo en el altar. Das tu vida también tú mismo, haciendo una la cruz y uno el amor. Tú, sacerdote, eres bendito y eres luz, eres el punto de encuentro entre el cielo y la cruz.

Matías Néstor Macagno

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