domingo, 23 de mayo de 2010

De los que dijeron sí: fray Mamerto Esquiú

Orador de la Constitución
por P. Martín Dolzani, ssp - Responsable de la Pastoral vocacional Sociedad de San Pablo

Durante este Año Sacerdotal no podemos pasar por alto la persona de fray Mamerto Esquiú, sacerdote franciscano argentino (1826–1883), quien sobresalió en nuestro continente latinoamericano por su talento, humildad y patriotismo.

Sin dudas sobresale por aquel sermón, en la catedral de Catamarca, con motivo de la jura de la Constitución Nacional, el 9 de julio de 1853. La prensa de entonces le dio alcance nacional, y por lo mismo fue reconocido como el "orador de la Constitución". En las vísperas de la celebración del Bicentenario de nuestra Patria, y en otros países hermanos, es bueno recordar a este sacerdote que, con sus palabras y su vida, ilumina nuestra realidad política y eclesial.

Siempre en esta línea de compromiso ciudadano, en 1855, fue Vicepresidente de la Convención Constituyente de Catamarca. Tres años más tarde, es nombrado obispo de Córdoba. Hay que recordarlo además como periodista, por su labor en los medios públicos e incluso en los que él mismo fundara.

Desde niño se sintió atraído por el pobre Francisco de Asís, siendo aún adolescente ingresó a la orden francisca. Ordenado sacerdote en 1849, atraía a muchos para escuchar sus prédicas. Recordemos que aquel 9 de julio pidió por la concordia y la unión de todos los argentinos. Su palabra sigue siendo actual, especialmente cuando invita a defender las instituciones del País y a trabajar en positivo por el bien de todos.

Más allá de su famosa oratoria de alcance internacional, encontramos en Esquiú un humilde sacerdote que trata de llegar, con la verdad, al corazón de la gente. En su prédica motivaba para que cada uno, dentro de la comunidad, sepa el tema y calcular las consecuencias antes de actuar, dedicarse a lo justo y a lo bueno, de no flaquear ante la amenaza de la tiranía y el despotismo o la seducción de la demagogia; de tener la capacidad para saber sacrificar las afecciones privadas en aras del bien común. Con sus palabras y su vida derramaba la caridad divina por todos sus poros.

Había nacido el 11 de mayo (día de san Mamerto) de 1826, en La Callecita (Piedra Blanca, Catamarca), bajo un pobre techo de paja. Hijo de Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por España al Río de la Plata; su madre, María de las Nieves Medina, criolla catamarqueña.

Fray Mamerto Esquiú fue consagrado obispo de Córdoba el 12 de diciembre de 1880, aunque siempre creía que no correspondía la dignidad episcopal.

Fray Mamerto Esquiú murió humildemente el 10 de enero de 1883, en la localidad catamarqueña de El Suncho. El diario El Eco de Córdoba (12/01/1883) escribía: Ha muerto no sólo un gran pastor, sino un gran hombre, que iluminó con sus prodigiosos talentos y con la luz de sus conocimientos profundos, el claustro, la Cátedra Sagrada [...] el humilde entre los humildes, que vivía más humildemente aún, ha expirado en un lugar humilde, solitario, privado de todo recurso, rodeado por el misterioso silencio del desierto”.

El Diario de Buenos Aires (31/1/1883), a su vez lo describía: La humildad, la pobreza, el desinterés, la castidad, el sacrificio, el amor al prójimo, la obediencia; las privaciones y los dolores impuestos a su existencia física. Todo ese conjunto que ha prescripto el rito y que pocos tienen presente, estaba encarnado en el fraile catamarqueño.

Mientras sus restos mortales descansan en la catedral de Córdoba, su corazón "incorrupto" permanece en el convento franciscano de Catamarca. Es el “Patrono de los Abogados Constitucionalistas. El Santo Padre Benedicto XVI reconoció las virtudes heroicas del siervo de Dios fray Mamerto Esquiú, de la Orden de los Frailes Menores (franciscanos), obispo de Córdoba (Argentina) y «orador» de la Constitución argentina.

Un personaje político religioso, creíble, que invita a superar los actuales desencuentros nacionales y de dar pasos en la madurez democrática y civil de nuestra República Argentina.

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Matías.