domingo, 30 de mayo de 2010

Letanías de Nuestro Señor Jesucristo, sacerdote y víctima

Señor ten piedad…. Señor ten piedad
Cristo ten piedad ….. Cristo ten piedad
Señor ten piedad ….. Señor ten piedad
Cristo óyenos….. Cristo óyenos
Cristo escúchanos …. Cristo escúchanos

Dios, Padre celestial …. Ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo “
Dios, Espíritu Santo “
Trinidad Santa, un solo Dios “
Jesús, Sacerdote y Víctima “
Jesús, Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec “
Jesús, Sacerdote que Dios envió a evangelizar a los pobres “
Jesús, Sacerdote que en la última cena instituiste el sacrificio perenne “
Jesús, Sacerdote siempre vivo para interceder por nosotros “
Jesús, Pontifice a quien el Padre ungió con el Espíritu Santo y la virtud “
Jesús, Pontífice entresacado de los hombres “
Jesús, Pontífice constituido a favor de los hombres “
Jesús, Pontífice de nuestra confesión “
Jesús, Pontífice más alto que la gloria de Moisés “
Jesús, Pontífice del verdadero tabernáculo “
Jesús, Pontífice de los bienes futuros “
Jesús, Pontífice santo, inocente y sin pecado “
Jesús, Pontífice fiel y misericordioso “
Jesús, Pontífice divino y lleno de celo por las almas “
Jesús, Pontífice de eterna perfección “
Jesús, Pontífice que por tu sangre llegaste a los cielos “
Jesús, Pontífice que nos enseñaste un camino nuevo “
Jesús, Pontífice que nos amaste y que lavaste nuestros pecados con tu sangre “
Jesús, Pontífice que te entregaste a Dios como hostia de oblación “
Jesús, Hostia de Dios y de los hombres “
Jesús, Hostia santa e inmaculada “
Jesús, Hostia mansueta “
Jesús, Hostia pacífica “
Jesús, Hostia de propiciación y de alabanza “
Jesús, Hostia de reconciliación y de paz “
Jesús, Hostia para llegar a Dios con toda confianza “
Jesús, Hostia viviente para siempre “

Sé propicio ………. ten compasión de nosotros, Jesús
Sé propicio……….. escúchanos, Jesús

Del temor a la vocación sacerdotal ……. Líbranos, Jesús
Del pecado de sacrilegio “
Del espíritu de lascivia “
De los pensamientos impuros “
Del pecado simoníaco “
De la indigna dispensación del ministerio “
Del amor al mundo y a sus vanidades “
De la indigna celebración de tus Misterios “
Por tu eterno sacerdocio “
Por la santa unción con la que fuiste consagrado sacerdote por Dios Padre “
Por tu espíritu sacerdotal “
Por el ministerio con el que clarificaste a tu Padre “
Jesús, por tu sacrificio cruento hecho una vez para siempre “
Por tu sacrificio renovado cada día en los altares “
Por aquella tuya potestad, que reviste invisiblemente a tus sacerdotes “

Para que conserves en la santa religión al universo orbe sacerdotal …. Te rogamos, escúchanos
Para que los pastores apacienten tu grey según tu corazón “
Para que los llenes de tu espíritu sacerdotal “
Para que los labios sacerdotales proclamen tu ciencia “
Para que envíes obreros que fielmente cultiven tu mies “
Para que te dignes multiplicar los dispensadores de tus misterios .”
Para que perseveren siempre en tu voluntad “
Para que perseveren en su ministerio con docilidad, sean prontos a donarse y constantes en la oración “
Para que por ellos se promueva el culto al Santísimo Sacramento .”
Para que quienes han sido fieles al ministerio reciban el premio eterno “

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo… Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo… Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo…. Ten piedad de nosotros.

Jesús, Sacerdote…. Óyenos
Jesús, Sacerdote…. Escúchanos

Oremos. Oh Dios, Santificador y Guía de tu Iglesia, suscita en Ella, mediante tu Espíritu, idóneos y fieles dispensadores de tus misterios, para que, bajo tu protección, con su ministerio y con el ejemplo, acompañen a todos los cristianos hacia el camino de la salvación. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Oh Dios, que mandaste escoger entre aquellos discípulos que oraban y ayunaban a Saulo y a Bernabé para el ministerio por ti escogido, haz lo mismo ahora con tu Iglesia orante y tu, que conoces nuestros corazones, muéstranos a quienes eliges para tu ministerio. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Autor: Congregación para el Clero de la Santa Sede
Fuente: www.clerus.org

Santísima trinidad: la acción del Espíritu

Toda religión crea una imagen de Dios, imagen que a su vez se convierte en paradigma de vida para quien la practica. Afirmar que Dios es uno y trino, comunidad perfecta, familia auténtica, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es también una invitación a construir comunidades a imagen de la Trinidad.

Cuenta una leyenda que Agustín, obispo de Hipona (hoy Túnez), muy preocupado por entender el misterio de la Trinidad, caminaba sólo y pensativo por la playa. De repente vio a un niño que acurrucado hacía con su dedo un hueco en la arena.

- ¿Hey niño qué haces? preguntó Agustín.
- Hago un hueco en la arena. Le respondió el niño sin poner mayor atención.
- ¿Y para qué?
- Para meter toda el agua del mar.
- Eso es sencillamente imposible, agregó Agustín.
- ¡Sí, claro, como tan imposible es que tu comprendas con tu pequeño cerebro el gran misterio de la Trinidad! replicó el niño.

Durante la historia del cristianismo muchos se han “roto el cerebro” infructuosamente, tratando de entender la Trinidad. Pero más que entender racionalmente este misterio es preciso vivirlo día a día. Pues la Trinidad más que una doctrina es un misterio salvador que posteriormente fue sistematizado con términos de la filosofía griega.

Aunque en la Biblia no hay una doctrina elaborada sobre la Trinidad, sí encontramos la experiencia de vida. El Padre da vida y toma la iniciativa de enviar a su hijo para salvar a la humanidad. El Hijo recibe la vida del Padre y se encarna en el seno de María por gracia del Espíritu Santo. El Hijo asume la realización histórica de la obra salvadora del Padre y se entrega totalmente para hacer realidad el Reino. El Hijo es asesinado por defender la Causa del Padre y el Padre lo resucita avalando así toda su obra. El Espíritu que condujo e hizo posible la encarnación y que acompañó toda la obra del Hijo, fue enviado a la comunidad de discípulos para que formaran el cuerpo de Cristo, de manera que ellos continuaran con su obra salvadora y se configuraran en imágenes vivas de la Trinidad.

Pablo en la segunda lectura describió precisamente esa maravillosa experiencia trinitaria: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo (v.1)... y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado (v.5)”. Esa experiencia Trinitaria nos ayuda a reordenar nuestra vida, a reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos y con nuestro entorno vital. Nos anima a vivir en esperanza, a superar la tribulación y a transformar el presente.

Aunque no tengamos todo perfectamente claro, lo más importante es que nos abramos a la acción de Dios Uno y Trino (Uno - que impulsa a la unidad y Trino - en medio de la diversidad). ¿Cómo podremos vivir esa experiencia trinitaria en el día a día? Dando vida como el Padre, el dador de vida por excelencia. Recibiendo vida del Padre y entregándola a la humanidad, como lo hizo el Hijo. Siendo corresponsables de la obra redentora e instrumentos de unidad como el Espíritu Santo.

Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.

viernes, 28 de mayo de 2010

Un cura llamado Juan Pablo II

El sacerdote, otro Cristo

Los sacerdotes son las manos, los pies, los ojos, la mente, el corazón de Cristo; los canales y medios por los que Cristo se va a comunicar a la humanidad. Por los sacerdotes, hará sentir a los hombres cuánto los ama y cómo desea ser amado de ellos; por ellos, va a manifestar sus misericordias; por ellos, va a sembrar la paz que anunciaron los ángeles desde el primer día de su nacimiento, cuando cantaron sobre su cuna prometiéndola a los hombres de buena voluntad; por ellos, hermanará a todas las naciones, a todas las razas, a todas las clases sociales, borrando las envidias y los odios y uniéndolos a todos en un solo corazón y en un solo espíritu en su divino Corazón.

domingo, 23 de mayo de 2010

Océano de amor

Cierto día me preguntaron por los sacerdotes que pasaron por mi vida. Me preguntaron si habían dejado marcas, si sus pasos no habían sido carentes de huellas en mi corazón.

Realmente fueron muchos buenos y santos sacerdotes, amigos y padres, los que me mostraron la imagen viva de Cristo en ellos, en sus palabras, en sus miradas, en sus acciones y en sus hermanos.

Cada misa, cada encuentro catequístico en mi infancia, cada prédica en mis días de no entender casi ninguna de ellas, cada saludo y cada abrazo en el corazón, cada reconciliación, cada fiesta, cada misión, cada silencio, cada palabra, cada gesto de amor, cada reflejo del Amor, cada salida de amigos, cada charla, cada enojo -¿por qué no?-, cada actuar de sus sencillas vidas en la mía y en la de mis hermanos y amigos, ha penetrado en lo más íntimo de mi humanidad, regalándole alegría a mi corazón y haciéndome cada día más cercano a Dios.

Es así que hoy vivo inmerso en un océano de amor, donde la inmensidad es el mismísimo Señor. Las aguas son cálidas y son abrazo constante con cariño, dulzura, paz y ese amor que hace del océano vida abundante y agraciada.

Sí, dejaron huellas en mi corazón, dejaron marcas de fuego en él, y me llevaron a la comunión con mi Dios, de la mano de María, Madre nuestra y del Redentor.

Matías Néstor Macagno.-

De los que dijeron sí: fray Mamerto Esquiú

Orador de la Constitución
por P. Martín Dolzani, ssp - Responsable de la Pastoral vocacional Sociedad de San Pablo

Durante este Año Sacerdotal no podemos pasar por alto la persona de fray Mamerto Esquiú, sacerdote franciscano argentino (1826–1883), quien sobresalió en nuestro continente latinoamericano por su talento, humildad y patriotismo.

Sin dudas sobresale por aquel sermón, en la catedral de Catamarca, con motivo de la jura de la Constitución Nacional, el 9 de julio de 1853. La prensa de entonces le dio alcance nacional, y por lo mismo fue reconocido como el "orador de la Constitución". En las vísperas de la celebración del Bicentenario de nuestra Patria, y en otros países hermanos, es bueno recordar a este sacerdote que, con sus palabras y su vida, ilumina nuestra realidad política y eclesial.

Siempre en esta línea de compromiso ciudadano, en 1855, fue Vicepresidente de la Convención Constituyente de Catamarca. Tres años más tarde, es nombrado obispo de Córdoba. Hay que recordarlo además como periodista, por su labor en los medios públicos e incluso en los que él mismo fundara.

Desde niño se sintió atraído por el pobre Francisco de Asís, siendo aún adolescente ingresó a la orden francisca. Ordenado sacerdote en 1849, atraía a muchos para escuchar sus prédicas. Recordemos que aquel 9 de julio pidió por la concordia y la unión de todos los argentinos. Su palabra sigue siendo actual, especialmente cuando invita a defender las instituciones del País y a trabajar en positivo por el bien de todos.

Más allá de su famosa oratoria de alcance internacional, encontramos en Esquiú un humilde sacerdote que trata de llegar, con la verdad, al corazón de la gente. En su prédica motivaba para que cada uno, dentro de la comunidad, sepa el tema y calcular las consecuencias antes de actuar, dedicarse a lo justo y a lo bueno, de no flaquear ante la amenaza de la tiranía y el despotismo o la seducción de la demagogia; de tener la capacidad para saber sacrificar las afecciones privadas en aras del bien común. Con sus palabras y su vida derramaba la caridad divina por todos sus poros.

Había nacido el 11 de mayo (día de san Mamerto) de 1826, en La Callecita (Piedra Blanca, Catamarca), bajo un pobre techo de paja. Hijo de Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por España al Río de la Plata; su madre, María de las Nieves Medina, criolla catamarqueña.

Fray Mamerto Esquiú fue consagrado obispo de Córdoba el 12 de diciembre de 1880, aunque siempre creía que no correspondía la dignidad episcopal.

Fray Mamerto Esquiú murió humildemente el 10 de enero de 1883, en la localidad catamarqueña de El Suncho. El diario El Eco de Córdoba (12/01/1883) escribía: Ha muerto no sólo un gran pastor, sino un gran hombre, que iluminó con sus prodigiosos talentos y con la luz de sus conocimientos profundos, el claustro, la Cátedra Sagrada [...] el humilde entre los humildes, que vivía más humildemente aún, ha expirado en un lugar humilde, solitario, privado de todo recurso, rodeado por el misterioso silencio del desierto”.

El Diario de Buenos Aires (31/1/1883), a su vez lo describía: La humildad, la pobreza, el desinterés, la castidad, el sacrificio, el amor al prójimo, la obediencia; las privaciones y los dolores impuestos a su existencia física. Todo ese conjunto que ha prescripto el rito y que pocos tienen presente, estaba encarnado en el fraile catamarqueño.

Mientras sus restos mortales descansan en la catedral de Córdoba, su corazón "incorrupto" permanece en el convento franciscano de Catamarca. Es el “Patrono de los Abogados Constitucionalistas. El Santo Padre Benedicto XVI reconoció las virtudes heroicas del siervo de Dios fray Mamerto Esquiú, de la Orden de los Frailes Menores (franciscanos), obispo de Córdoba (Argentina) y «orador» de la Constitución argentina.

Un personaje político religioso, creíble, que invita a superar los actuales desencuentros nacionales y de dar pasos en la madurez democrática y civil de nuestra República Argentina.

viernes, 21 de mayo de 2010

Los sacerdotes que abusaron de mí

Cuidémonos gravemente de tratar con ellos
Autor: R.P. Gustavo Caro
Fuente: arciprestazgodelinares.blogspot

Cuando era muy niño, sin tener conciencia, sin libertad, sin poderme defender, uno de ellos me hizo hijo de Dios, heredero de la Vida Eterna, Templo del Espíritu Santo y miembro de la Iglesia, nunca podré perdonarle haberme hecho tanto bien.

Otro, insistió en mis años tiernos, en inculcarme violentando mi voluntad, el respeto por el Nombre de Dios, la necesidad absoluta de la oración diaria, la obediencia y la reverencia a mis padres, el amor por mi Patria y me enseñó la utopía de no mentir, no robar, no hablar mal de otros, perdonar y todas esas cosas que nos hacen tan mojigatos y ridículos...

Otro apareció aludiendo que el Espíritu Santo, debía venir a completar la obra comenzada en el Bautismo, que me harían falta sus dones y sus frutos, que ya era hora de que viniera en mi ayuda Aquél que me haría defender la Fe, como un soldado ¡Qué osadía hablar en términos tan bélicos!, hizo en esa época que cuidara mi alma de las del mundo, que fuera noble, leal y honesto...

Otro abusó dándome libros para leer, no le bastaban sus consejos, que hacían poner la mirada en la eternidad y vivir como extraños aquí en la tierra, ¿Quién sacará ahora de mi cabeza el Evangelio?; ¿Las glorias de María?; ¿La Imitación de Cristo?; ¿Las Confesiones?; ¿Las Moradas?, etc., ¿Quién será capaz de curarme de todos esos tesoros que me marcaron para siempre?

Otro abusó de mi ignorancia enseñándome cosas que no sabía, otro no hablaba pero su vida virtuosa me inclinaba cada vez más a imitarlo. Hubo algunos que se aprovecharon de mí en momentos inesperados y me corrigieron, me alentaron y hasta oraron por mí.

Otros, cuando yo ya estaba en un círculo del cual no podía salir, se empecinaron con mi naturaleza caída y me incitaron a recibir a Jesucristo en su Cuerpo y Sangre, para resistir a los embates del enemigo, para fortalecer mi flaqueza y santificarme cada día más. Aunque para aquél que lea esta denuncia, le parezca que esto ya es demasiado y que más bien no se puede hacer, les digo que los abusos siguieron en aumento y todo pasó a mayores, cada vez que conocía a un sacerdote, se aprovechaba de mí con renovados métodos, reliquias, estampas, agua bendita, rosarios, bendiciones y oraciones de todo tipo, armaban una cárcel de tremendos beneficios que llegaron al límite de lo soportable.

Quiero dejar claro esta injusticia llena de perversidad y que atiendan a mi reclamo en esta denuncia, porque sé que algunos de ellos me estará esperando para seguir con esta iniquidad, sentado en un confesonario o a lado de mi cama cuando esté moribundo y aunque desaparezca seguirán abusando con sufragios por mi alma y súplicas de misericordia.

Quiero que se sumen a mi voz todos aquéllos que han sido víctimas de estos atropellos y se han sentido ultrajados por estas personas, pues sé que a otros los han unido en matrimonio, a otros le descubrieron su vocación, a otros hasta llegaron a ayudarlos materialmente o guardaron con llave en su corazón para siempre secretos tremendos de sus miserias humanas.

Cuidémonos gravemente de tratar con ellos, no les demos nuestros datos, no los miremos a los ojos, no les consultemos absolutamente nada, no sigamos ninguno de sus pasos, pues corremos el riesgo un día de caer en sus trampas y salvarnos eternamente.

martes, 18 de mayo de 2010

Una inquietante cuestión

Por Arnaldo Cifelli
.
Bajo el título Franciscanos ¿pastores o pescadores?, el P. Raniero Cantalamesa disertó en el Capítulo de su Orden. Resumió el carisma Franciscano en tres “P”: Plegaria, Predicación, Pobreza.

El semanario Cristo Hoy (6-12 agosto 09) presentó un extracto de dicha disertación. Ésta es la síntesis referida a la predicación:

A propósito de la predicación, habría que plantearse una cuestión inquietante: ¿qué lugar ocupa actualmente la predicación en la orden franciscana?

En una predicación, en la Casa Pontificia, brindé reflexiones que creo pueden servirnos también aquí. En las iglesias protestantes, y especialmente en ciertas iglesias nuevas y sectas, la predicación lo es todo. En consecuencia a ello, se encaminan y encuentran modo natural de expresarse los miembros más dotados.

Es la actividad número uno en la Iglesia (…). San Pablo, el modelo de todos los predicadores, ciertamente anteponía la predicación a cualquier cosa, y todo lo subordinado a ella. Los católicos estamos más preparados, por nuestro pasado, para ser “pastores” más que “pescadores” de hombres; esto es, estamos más preparados para apacentar a las personas que han permanecido fieles a la Iglesia que para atraer a ella a nuevas personas, o “repescar” a las que se han alejado. La predicación itinerante, elegida por san Francisco para sí, responde precisamente a esa exigencia.

Sería una lástima si ahora la existencia de iglesias y grandes estructuras propias hiciera de nosotros franciscanos, solo pastores y no pescadores de hombres. Nosotros, franciscanos, somos “evangélicos” por nacimiento y por vocación; no debemos permitir que la predicación itinerante, en ciertos continentes –como América Latina– la lleven a cabo sólo las modernas Iglesias “Evangélicas” protestantes (Fuente Zenit).

Si una personalidad del nivel del P. Cantalamesa planteó “esa inquietante cuestión”, en la Casa Pontificia y en el Capítulo de su Orden, sería prudente que también lo hiciera la Iglesia argentina.

El Año Sacerdotal es una ocasión providencial para verificar qué lugar ocupa actualmente la predicación en el ministerio sacerdotal; qué formación específica reciben los sacerdotes −diocesanos y religiosos−, y los diáconos permanentes.

Han pasado diecinueve años desde Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización. Resulta, entonces, oportuno constatar, en cuántos seminarios y escuelas diaconales, se está encarando, “con seriedad”, la descarnada denuncia y propuesta de su n° 51. ¿Qué mejor aporte se puede efectuar a la Misión Continental?

Sacerdotes y laicos corremos el riesgo de “deambular” por este Año Sacerdotal “sin pena ni gloria”. El desafío es asumirlo con ese espíritu, con esa “mística” que san Pablo denominó parresía, mezcla de valentía y audacia (cf. 1Tes 2, 2).

Fuente: http://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=2948

sábado, 15 de mayo de 2010

Pocos sacerdotes

"Matías, hay pocos sacerdotes...", es lo que me dijo un día un sacerdote amigo, haciendo alusión, por supuesto, no a la poca presencia de ellos, sino, en verdad, a la poca existencia de verdadores ministros de Cristo, transmisores de la Verdad, mensajeros del bien y hacedores de la paz.
Pero, por esos justos hombres; justos, aunque pecadores; por esos ministros de la Vida; por esos "pocos sacerdotes", realizo mi acción de gracias a Cristo Jesús, porque por ellos vive Él en el mundo, Rey eterno, Eucaristía Santísima.
¡Que viva Cristo! ¡Que reine con soberanía absoluta nuestras vidas!
¡Que vivan los sacerdotes! ¡Que reine en sus vidas Cristo para nosotros!