¿Dónde estás, sacerdote?
Busco, no encuentro.
Busco y busco, ¿desfallezco?
¿Dónde estás, sacerdote?
¿Dónde te encuentro?
Ven a mí, acércate sin miedo,
todo el amor lo llevamos dentro.
Matías Néstor Macagno.
Dedicado a mi amigo B. SS.
lunes, 11 de octubre de 2010
lunes, 4 de octubre de 2010
viernes, 9 de julio de 2010
Tú, sacerdote
Tú, sacerdote, naciste elegido para gloria de Dios. En tu infancia supiste ser niño alegre y virtuoso. Surcaste caminos a veces inciertos, mas María, tu guía, te llevó a dulce destino. Miraste en sus ojos la Vida abundante. De ella te enamoraste, y aquí estás, postrado frente al Amor. Tu entrega fue plena, y lo es cada día. Tu amor se fundió en el de Cristo Jesús, pues, como Él, todo te diste, fiel discípulo, amante altivo. Hoy eres reflejo vivo de tu Dios. Caminas, como siempre, junto a la Madre del Señor; la llevas en tu pecho y la irradias por doquier. Das vida a tus hermanos, pues das Cristo en el altar. Das tu vida también tú mismo, haciendo una la cruz y uno el amor. Tú, sacerdote, eres bendito y eres luz, eres el punto de encuentro entre el cielo y la cruz.
Matías Néstor Macagno
sábado, 26 de junio de 2010
XXXIV Retiro Latinoamericano de Sacerdotes
XXXIV RETIRO LATINOAMERICANO DE SACERDOTES
16,17,18 y 19 de Agosto de 2010
16,17,18 y 19 de Agosto de 2010
INFORMACIÓN DEL RETIRO:
LUGAR: Casa de retiros Ciudadela de Jesús
CIUDAD: La Ceja del Tambo Antioquia, Colombia
APORTE: $220.000- (US$ 110)
INCLUYE: hospedaje, participación, papelería y alimentación
INFORMES E INSCRIPCIONES:
E-MAIL: espiritu.santo@une.net.co
PBX: (4) 5530582
CELULAR: 314-8893283
300-6205276
CUENTAS:
Bancolombia: 103-02397780
Banco BBVA: 450 000799
Siervos del Espíritu Santo
RETIRO LATINOAMERICANO
A partir de 1976 por iniciativa de Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo, quien fue un enamorado de la pastoral sacerdotal y promotor de la experiencia de Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo, se dio inicio al I Retiro Latinoamericano de Sacerdotes. Pensando, así, en un tiempo especial para el encuentro de los Ministros Consagrados con Dios, y de esta manera, incentivarlos a renovarse espiritualmente, para poder llegar a vivir de una manera eficaz la labor pastoral, a ejemplo de Jesucristo Buen Pastor, en medio de sus comunidades.
Por tal motivo, nos complace invitarle apreciado sacerdote, a participar en el presente año (2010), con ocasión del XXXIV Retiro Latinoamericano de Sacerdotes, en compañía de Monseñor Thomas de Jesús Sárraga, para que reflexionemos entorno al tema “EL MINISTERIO DE LA PALABRA CON EL PODER DEL ESPÍRITU”.
Con la certeza de que es Dios quien ha suscitado esta obra buena, nos ponemos en sus manos, para que sea Él quien con la Fuerza de su Espíritu, la lleve a feliz término.
miércoles, 9 de junio de 2010
Programa de actos para la clausura del Año Sacerdotal
Ciudad del Vaticano, 8 Jun. 10 (AICA)
Durante los días 9, 10 y 11 de junio se celebrará en Roma el encuentro internacional de sacerdotes al concluir el Año Sacerdotal convocado por Benedicto XVI con motivo del 150º aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars.
Al encuentro, promovido por la Congregación para el Clero, cuyo tema es: "Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote", fueron invitados todos los presbíteros del mundo.
La primera jornada, hoy miércoles 9 de junio, tendrá como tema: "Conversión y Misión". El cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia (Alemania), dará una meditación en la basílica de San Pablo Extramuros, que se podrá seguir también desde la basílica de San Juan de Letrán. Posteriormente habrá adoración eucarística, con posibilidad de confesiones. El prefecto de la Congregación para el Clero, cardenal Cláudio Hummes OFM, y el secretario de dicho dicasterio, monseñor Mauro Piacenza, presidirán una celebración eucarística respectivamente en San Pablo Extramuros y en San Juan de Letrán.
El tema del segundo día del congreso, el jueves 10 de junio, es: "Cenáculo: invocación al Espíritu Santo con María, en comunión fraterna". El cardenal Marc Ouellet PSS, arzobispo de Québec (Canadá), predicará una meditación en la basílica de San Pablo Extramuros, que se podrá seguir también desde la basílica de San Juan de Letrán. Posteriormente, como el día anterior, habrá adoración eucarística, con posibilidad de confesiones. El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y monseñor Robert Sarah, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, presidirán una celebración eucarística respectivamente en San Pablo Extramuros y en San Juan de Letrán.
Barrios pobres de Buenos Aires
En la tarde del jueves 10 tendrá lugar la vigilia en la Plaza de San Pedro. Además de testimonios ofrecidos por algunos sacerdotes, están previstas conexiones televisivas con Ars, el cenáculo de Jerusalén, barrios pobres de Buenos Aires y Hollywood, así como un diálogo entre el pontífice y los sacerdotes y adoración y bendición eucarística.
El viernes 11, a las 10, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, se clausurará el Año Sacerdotal con una concelebración eucarística presidida por el papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro. Durante la misa, los presbíteros renovarán sus promesas sacerdotales. El Papa proclamará al Santo Cura de Ars patrono de todos los sacerdotes.
Fuente: AICA
martes, 8 de junio de 2010
Preces por los sacerdotes
A nuestro Santísimo Padre, el Papa, ENVUÉLVELO EN TU GRACIA, SEÑOR.
A los Cardenales y delegados Pontificios, ENVÍALES TU LUZ, SEÑOR.
A los Arzobispos y Obispos, DALES TUS DONES, SEÑOR.
A los sacerdotes formadores en los seminarios, DALES TU CIENCIA, SEÑOR.
A los sacerdotes Diocesanos, NUNCA LOS DEJES, SEÑOR.
A los sacerdotes religiosos, HAZLOS PERFECTOS, SEÑOR.
A los sacerdotes encargados de los hospitales, DALES CONSTANCIA, SEÑOR.
A los sacerdotes enfermos, SÁNALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes tibios, ENFERVORÍZALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes débiles, FORTALÉCELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes tentados, DALES EL TRIUNFO, SEÑOR.
A los sacerdotes en pecado, DALES TU GRACIA, SEÑOR.
A los sacerdotes pobres, SOCÓRRELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes celosos, AYÚDALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes que desean amarte, ENCIÉNDELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes tristes, CONSUÉLALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes turbados, DALES PAZ, SEÑOR.
A los sacerdotes ancianos, SOSTENLOS, SEÑOR.
A los sacerdotes jóvenes, IMPÚLSALOS A TU GLORIA, SEÑOR.
A los sacerdotes aislados, ACOMPÁÑALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes atados a lo terreno, ROMPE SUS CADENAS , SEÑOR.
A los sacerdotes misioneros, PROTÉGELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes predicadores, ILUMÍNALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes directores de almas, INSTRÚYELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes párrocos, DALES TINO, SEÑOR.
De los sacerdotes vicarios, NO TE APARTES, SEÑOR.
A los sacerdotes difuntos, DALES TU GLORIA, SEÑOR.
De toda tu Iglesia purgante y militante, APIÁDATE, SEÑOR.
A todos los sacerdotes, DALES PUREZA, SEÑOR.
Oh, Jesús, Pastor eterno de las almas, Dadnos muchos y santos sacerdotes y haz de nuestras familias semilleros de vocaciones.
A los Cardenales y delegados Pontificios, ENVÍALES TU LUZ, SEÑOR.
A los Arzobispos y Obispos, DALES TUS DONES, SEÑOR.
A los sacerdotes formadores en los seminarios, DALES TU CIENCIA, SEÑOR.
A los sacerdotes Diocesanos, NUNCA LOS DEJES, SEÑOR.
A los sacerdotes religiosos, HAZLOS PERFECTOS, SEÑOR.
A los sacerdotes encargados de los hospitales, DALES CONSTANCIA, SEÑOR.
A los sacerdotes enfermos, SÁNALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes tibios, ENFERVORÍZALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes débiles, FORTALÉCELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes tentados, DALES EL TRIUNFO, SEÑOR.
A los sacerdotes en pecado, DALES TU GRACIA, SEÑOR.
A los sacerdotes pobres, SOCÓRRELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes celosos, AYÚDALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes que desean amarte, ENCIÉNDELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes tristes, CONSUÉLALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes turbados, DALES PAZ, SEÑOR.
A los sacerdotes ancianos, SOSTENLOS, SEÑOR.
A los sacerdotes jóvenes, IMPÚLSALOS A TU GLORIA, SEÑOR.
A los sacerdotes aislados, ACOMPÁÑALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes atados a lo terreno, ROMPE SUS CADENAS , SEÑOR.
A los sacerdotes misioneros, PROTÉGELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes predicadores, ILUMÍNALOS, SEÑOR.
A los sacerdotes directores de almas, INSTRÚYELOS, SEÑOR.
A los sacerdotes párrocos, DALES TINO, SEÑOR.
De los sacerdotes vicarios, NO TE APARTES, SEÑOR.
A los sacerdotes difuntos, DALES TU GLORIA, SEÑOR.
De toda tu Iglesia purgante y militante, APIÁDATE, SEÑOR.
A todos los sacerdotes, DALES PUREZA, SEÑOR.
Oh, Jesús, Pastor eterno de las almas, Dadnos muchos y santos sacerdotes y haz de nuestras familias semilleros de vocaciones.
Acto de consagración por los sacerdotes
Oh Jesús, Salvador mío, Vos que habéis confiado a los sacerdotes que son vuestros representantes, la aplicación de la Obra de la Redención y de la Salvación del mundo; por medio de vuestra Santísima Madre, os ofrezco para la santificación de los sacerdotes, seminaristas y aspirantes, durante este día, todas mis oraciones, trabajos y alegrías, mis sacrificios y sufrimientos. Dadnos, Señor, sacerdotes verdaderamente santos que, inflamados del fuego de vuestro Amor, no procuren otra cosa que vuestra gloria. Presérvalos de todos los peligros interiores y exteriores, defendedlos, sobre todo contra las insidias de los enemigos de su virtud y de su santo ideal sacerdotal. Amén.
Llamados, consagrados, enviados
Llamados, consagrados, enviados. Esta triple dimensión explica y determina vuestra conducta y vuestro estilo de vida. Estáis «puestos aparte»; «segregados», pero «no separados» (Presbyterorum Ordinis, 3). Así os podéis dedicar plenamente a la obra que se os va a confiar: el servicio de vuestros hermanos. Comprended, pues, que la consagración que recibís os absorbe totalmente, os dedica radicalmente, hace de vosotros instrumentos vivos de la acción de Cristo en el mundo, prolongación de su misión para gloria del Padre. A ello responde vuestro don total al Señor. El don total que es compromiso de santidad. Es la tarea interior de «imitar lo que tratáis», como dice la exhortación del Pontifical Romano de las ordenaciones. Es la gracia y el compromiso de la imitación de Cristo, para reproducir en vuestro ministerio y conducta esa imagen grabada por el fuego del Espíritu. Imagen de Cristo sacerdote y víctima, de redentor crucificado. (JUAN PABLO II, Hom. en la ordenación de nuevos sacerdotes. Valencia, 8-XI-1982).
domingo, 6 de junio de 2010
Mensaje en la fiesta de San Marcelino Champagnat, 2010

Es fácil imaginar la emoción que encierran esas breves líneas, escritas por quien estuvo al lado de Champagnat desde que tenía diez años. Han pasado más de veinte y, ahora, con 32, escribe en calidad de primer Superior general del Instituto. Son innegables el amor y la admiración que sentía hacía Marcelino, como puede apreciarse por las expresiones que usa al referirse a él. Pero, como hombre de fe, mira enseguida hacia el futuro y se siente invitado a recoger la herencia de Champagnat: “Nos corresponde a nosotros ahora…” Él mismo se propone convertirse en “imagen viva” del Fundador, y como tal será reconocido por los hermanos.
Quizás por el gran amor que profesaba a Champagnat, el H. Francisco apreció también, de manera muy evidente, la casa de l’Hermitage, a la que calificó frecuentemente como “el gran relicario del P. Champagnat”. “Todo aquí nos habla del P. Champagnat, todo nos recuerda a este buen Padre. Los muros, los tabiques, los suelos nos dicen que él fue a la vez albañil, yesero, carpintero. Caminó sobre estos suelos, recorrió estas habitaciones; aquí rezó, cantó, confesó, celebró la Misa, dio la comunión en esta capilla que él mismo construyó; trabajó la tierra, la huerta… golpeó la dura roca para rebajarla. Finalmente, aquí reposa entre nosotros”. ¿Quién más capacitado que el H. Francisco para comprender el enorme valor simbólico de nuestra Casa madre, él que pasó en l’Hermitage 56 años?
Creo que tanto el P. Marcelino como el H. Francisco estarían hoy muy contentos si pudieran contemplar la renovación llevada a cabo en esa casa que tanto amaron, particularmente porque se aspira a recuperar con nueva fuerza la finalidad para la que fue construida: ser casa de formación, escuela de espiritualidad. Durante la semana de Pascua tuve ocasión de estar en l’Hermitage, y pude apreciar que hoy no sólo contamos con unos edificios preparados para el futuro, sino que se han recuperado y puesto de realce elementos que nos conectan con su constructor, Champagnat, y nuestros primeros hermanos.
¡Cuántas reuniones, cuántos sacrificios y desvelos han tenido lugar desde febrero de 2004, cuando se empezó a hablar de la posibilidad de renovar los “lugares maristas”! Mi agradecimiento más cordial al H. Seán y a los miembros de su Consejo, así como al Provincial y al Consejo de l’Hermitage, primeros impulsores del proyecto. Un agradecimiento especial a la provincia de l’Hermitage que no sólo ha asumido generosamente buena parte del costo del proyecto, sino que ha cargado con la responsabilidad del seguimiento de los trabajos en el día a día. Gracias también a todas las unidades administrativas por su colaboración, de acuerdo a sus posibilidades, así como han hecho muchas personas a título personal. Gracias a los “maristas de Champagnat” que han aceptado formar parte de la actual comunidad de l’Hermitage, dejando sus lugares de origen y sus proyectos personales para integrarse en un proyecto del Instituto. Y gracias a quienes han participado tanto en las distintas comisiones de planificación y acompañamiento, como en la ejecución concreta del proyecto.
“Reivindiquemos el espíritu de l’Hermitage”. Con este sugerente título, hace tres años que el H. Seán publicaba una carta dirigida a todo el Instituto, explicando el Proyecto Hermitage: “Este Proyecto contempla la renovación tanto en el plano de las personas como en el de los lugares, y tiene dos objetivos: a) Diseñar un programa nuevo de acogida y animación para los visitantes de Notre Dame de l’Hermitage; b) Planificar y llevar a cabo la reforma de los edificios y otros espacios significativos que componen la propiedad del Hermitage, a fin de favorecer el desarrollo del programa arriba mencionado”.
“Reivindiquemos el espíritu de l’Hermitage”. La invitación me parece paralela a la que hacía el H. Francisco cuando comunicaba la muerte del Fundador: “Nos corresponde a nosotros ahora recoger y seguir con atención sus últimas y tan impactantes enseñanzas; hacerlas revivir en cada uno de nosotros, imitando las virtudes que admiramos en él y, más que nunca, estrecharnos en torno a nuestra buena y tierna Madre”.
Nos corresponde a nosotros. Me corresponde a mí apropiarme del espíritu de l’Hermitage. Y esta es la invitación que siento hoy con fuerza. A peregrinar interiormente hacia la fuente de donde brotaban la fe, la audacia, el coraje de Champagnat y de nuestros primeros hermanos. ¿De dónde les venía a ellos esa fuerza que les hizo superar todas las dificultades y dar la vida con alegría al servicio de la misión marista?
Me parece que difícilmente podremos recorrer el camino hacia “nuevas tierras” pedido por nuestro XXI Capítulo general, si al mismo tiempo no tomamos iniciativas para que nuestras raíces se hundan hasta encontrar lo que dará alimento a nuestras vidas y sentido a nuestro quehacer.
Este año estoy celebrando la fiesta de nuestro Santo Fundador en Oceanía, donde, como sabemos, la presencia marista se remonta a nuestros orígenes. Invito, pues, a todo el Instituto, a dar gracias de corazón al Señor por todo cuanto lleva a cabo en este continente a través de las distintas ramas de la Sociedad de María; de manera especial, por los más de cuatro mil maristas de Champagnat que actualmente se esfuerzan por servir a unos 41.000 niños y jóvenes en esta parte del mundo.
Dentro de unos días tendré ocasión de encontrarme con los hermanos que están en un gran país asiático, como miembros del Sector “Asia ad gentes”. Quisiera encomendarlos a ellos y a todos los miembros del Sector a vuestras oraciones, muy particularmente durante este día.
La segunda lectura de la liturgia propia de San Marcelino Champagnat nos evoca a la primera comunidad cristiana reunida en torno a María, la Madre de Jesús. Ella es, en efecto, nuestra fuente de inspiración, nuestra compañera de camino, Aquella que nos convoca a construir la Iglesia de Pentecostés. Nunca como hoy cobran fuerza las palabras de Marcelino en su testamento espiritual: “Dígnese esta buena Madre conservaros, multiplicaros y santificaros”.
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Hno. Emili Turú,
Superior general
domingo, 30 de mayo de 2010
Letanías de Nuestro Señor Jesucristo, sacerdote y víctima
Señor ten piedad…. Señor ten piedad
Autor: Congregación para el Clero de la Santa Sede
Fuente: www.clerus.org
Cristo ten piedad ….. Cristo ten piedad
Señor ten piedad ….. Señor ten piedad
Cristo óyenos….. Cristo óyenos
Cristo escúchanos …. Cristo escúchanos
Dios, Padre celestial …. Ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo “
Dios, Espíritu Santo “
Trinidad Santa, un solo Dios “
Jesús, Sacerdote y Víctima “
Jesús, Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec “
Jesús, Sacerdote que Dios envió a evangelizar a los pobres “
Jesús, Sacerdote que en la última cena instituiste el sacrificio perenne “
Jesús, Sacerdote siempre vivo para interceder por nosotros “
Jesús, Pontifice a quien el Padre ungió con el Espíritu Santo y la virtud “
Jesús, Pontífice entresacado de los hombres “
Jesús, Pontífice constituido a favor de los hombres “
Jesús, Pontífice de nuestra confesión “
Jesús, Pontífice más alto que la gloria de Moisés “
Jesús, Pontífice del verdadero tabernáculo “
Jesús, Pontífice de los bienes futuros “
Jesús, Pontífice santo, inocente y sin pecado “
Jesús, Pontífice fiel y misericordioso “
Jesús, Pontífice divino y lleno de celo por las almas “
Jesús, Pontífice de eterna perfección “
Jesús, Pontífice que por tu sangre llegaste a los cielos “
Jesús, Pontífice que nos enseñaste un camino nuevo “
Jesús, Pontífice que nos amaste y que lavaste nuestros pecados con tu sangre “
Jesús, Pontífice que te entregaste a Dios como hostia de oblación “
Jesús, Hostia de Dios y de los hombres “
Jesús, Hostia santa e inmaculada “
Jesús, Hostia mansueta “
Jesús, Hostia pacífica “
Jesús, Hostia de propiciación y de alabanza “
Jesús, Hostia de reconciliación y de paz “
Jesús, Hostia para llegar a Dios con toda confianza “
Jesús, Hostia viviente para siempre “
Sé propicio……….. escúchanos, Jesús
Del temor a la vocación sacerdotal ……. Líbranos, Jesús
Del pecado de sacrilegio “
Del espíritu de lascivia “
De los pensamientos impuros “
Del pecado simoníaco “
De la indigna dispensación del ministerio “
Del amor al mundo y a sus vanidades “
De la indigna celebración de tus Misterios “
Por tu eterno sacerdocio “
Por la santa unción con la que fuiste consagrado sacerdote por Dios Padre “
Por tu espíritu sacerdotal “
Por el ministerio con el que clarificaste a tu Padre “
Jesús, por tu sacrificio cruento hecho una vez para siempre “
Por tu sacrificio renovado cada día en los altares “
Por aquella tuya potestad, que reviste invisiblemente a tus sacerdotes “
Para que conserves en la santa religión al universo orbe sacerdotal …. Te rogamos, escúchanos
Para que los pastores apacienten tu grey según tu corazón “
Para que los llenes de tu espíritu sacerdotal “
Para que los labios sacerdotales proclamen tu ciencia “
Para que envíes obreros que fielmente cultiven tu mies “
Para que te dignes multiplicar los dispensadores de tus misterios .”
Para que perseveren siempre en tu voluntad “
Para que perseveren en su ministerio con docilidad, sean prontos a donarse y constantes en la oración “
Para que por ellos se promueva el culto al Santísimo Sacramento .”
Para que quienes han sido fieles al ministerio reciban el premio eterno “
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo… Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo… Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo…. Ten piedad de nosotros.
Jesús, Sacerdote…. Óyenos
Jesús, Sacerdote…. Escúchanos
Oremos. Oh Dios, Santificador y Guía de tu Iglesia, suscita en Ella, mediante tu Espíritu, idóneos y fieles dispensadores de tus misterios, para que, bajo tu protección, con su ministerio y con el ejemplo, acompañen a todos los cristianos hacia el camino de la salvación. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Oh Dios, que mandaste escoger entre aquellos discípulos que oraban y ayunaban a Saulo y a Bernabé para el ministerio por ti escogido, haz lo mismo ahora con tu Iglesia orante y tu, que conoces nuestros corazones, muéstranos a quienes eliges para tu ministerio. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Autor: Congregación para el Clero de la Santa Sede
Fuente: www.clerus.org
Santísima trinidad: la acción del Espíritu
Toda religión crea una imagen de Dios, imagen que a su vez se convierte en paradigma de vida para quien la practica. Afirmar que Dios es uno y trino, comunidad perfecta, familia auténtica, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es también una invitación a construir comunidades a imagen de la Trinidad.
Cuenta una leyenda que Agustín, obispo de Hipona (hoy Túnez), muy preocupado por entender el misterio de la Trinidad, caminaba sólo y pensativo por la playa. De repente vio a un niño que acurrucado hacía con su dedo un hueco en la arena.
- ¿Hey niño qué haces? preguntó Agustín.
- Hago un hueco en la arena. Le respondió el niño sin poner mayor atención.
- ¿Y para qué?
- Para meter toda el agua del mar.
- Eso es sencillamente imposible, agregó Agustín.
- ¡Sí, claro, como tan imposible es que tu comprendas con tu pequeño cerebro el gran misterio de la Trinidad! replicó el niño.
Durante la historia del cristianismo muchos se han “roto el cerebro” infructuosamente, tratando de entender la Trinidad. Pero más que entender racionalmente este misterio es preciso vivirlo día a día. Pues la Trinidad más que una doctrina es un misterio salvador que posteriormente fue sistematizado con términos de la filosofía griega.
Aunque en la Biblia no hay una doctrina elaborada sobre la Trinidad, sí encontramos la experiencia de vida. El Padre da vida y toma la iniciativa de enviar a su hijo para salvar a la humanidad. El Hijo recibe la vida del Padre y se encarna en el seno de María por gracia del Espíritu Santo. El Hijo asume la realización histórica de la obra salvadora del Padre y se entrega totalmente para hacer realidad el Reino. El Hijo es asesinado por defender la Causa del Padre y el Padre lo resucita avalando así toda su obra. El Espíritu que condujo e hizo posible la encarnación y que acompañó toda la obra del Hijo, fue enviado a la comunidad de discípulos para que formaran el cuerpo de Cristo, de manera que ellos continuaran con su obra salvadora y se configuraran en imágenes vivas de la Trinidad.
Pablo en la segunda lectura describió precisamente esa maravillosa experiencia trinitaria: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo (v.1)... y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado (v.5)”. Esa experiencia Trinitaria nos ayuda a reordenar nuestra vida, a reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos y con nuestro entorno vital. Nos anima a vivir en esperanza, a superar la tribulación y a transformar el presente.
Aunque no tengamos todo perfectamente claro, lo más importante es que nos abramos a la acción de Dios Uno y Trino (Uno - que impulsa a la unidad y Trino - en medio de la diversidad). ¿Cómo podremos vivir esa experiencia trinitaria en el día a día? Dando vida como el Padre, el dador de vida por excelencia. Recibiendo vida del Padre y entregándola a la humanidad, como lo hizo el Hijo. Siendo corresponsables de la obra redentora e instrumentos de unidad como el Espíritu Santo.
Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.
viernes, 28 de mayo de 2010
El sacerdote, otro Cristo
Los sacerdotes son las manos, los pies, los ojos, la mente, el corazón de Cristo; los canales y medios por los que Cristo se va a comunicar a la humanidad. Por los sacerdotes, hará sentir a los hombres cuánto los ama y cómo desea ser amado de ellos; por ellos, va a manifestar sus misericordias; por ellos, va a sembrar la paz que anunciaron los ángeles desde el primer día de su nacimiento, cuando cantaron sobre su cuna prometiéndola a los hombres de buena voluntad; por ellos, hermanará a todas las naciones, a todas las razas, a todas las clases sociales, borrando las envidias y los odios y uniéndolos a todos en un solo corazón y en un solo espíritu en su divino Corazón.
Fuente: www.churchforum.org
domingo, 23 de mayo de 2010
Océano de amor
Cierto día me preguntaron por los sacerdotes que pasaron por mi vida. Me preguntaron si habían dejado marcas, si sus pasos no habían sido carentes de huellas en mi corazón.
Realmente fueron muchos buenos y santos sacerdotes, amigos y padres, los que me mostraron la imagen viva de Cristo en ellos, en sus palabras, en sus miradas, en sus acciones y en sus hermanos.
Cada misa, cada encuentro catequístico en mi infancia, cada prédica en mis días de no entender casi ninguna de ellas, cada saludo y cada abrazo en el corazón, cada reconciliación, cada fiesta, cada misión, cada silencio, cada palabra, cada gesto de amor, cada reflejo del Amor, cada salida de amigos, cada charla, cada enojo -¿por qué no?-, cada actuar de sus sencillas vidas en la mía y en la de mis hermanos y amigos, ha penetrado en lo más íntimo de mi humanidad, regalándole alegría a mi corazón y haciéndome cada día más cercano a Dios.
Es así que hoy vivo inmerso en un océano de amor, donde la inmensidad es el mismísimo Señor. Las aguas son cálidas y son abrazo constante con cariño, dulzura, paz y ese amor que hace del océano vida abundante y agraciada.
Sí, dejaron huellas en mi corazón, dejaron marcas de fuego en él, y me llevaron a la comunión con mi Dios, de la mano de María, Madre nuestra y del Redentor.
Matías Néstor Macagno.-
Matías Néstor Macagno.-
De los que dijeron sí: fray Mamerto Esquiú
Orador de la Constitución
por P. Martín Dolzani, ssp - Responsable de la Pastoral vocacional Sociedad de San Pablo
Durante este Año Sacerdotal no podemos pasar por alto la persona de fray Mamerto Esquiú, sacerdote franciscano argentino (1826–1883), quien sobresalió en nuestro continente latinoamericano por su talento, humildad y patriotismo.
Sin dudas sobresale por aquel sermón, en la catedral de Catamarca, con motivo de la jura de la Constitución Nacional, el 9 de julio de 1853. La prensa de entonces le dio alcance nacional, y por lo mismo fue reconocido como el "orador de la Constitución". En las vísperas de la celebración del Bicentenario de nuestra Patria, y en otros países hermanos, es bueno recordar a este sacerdote que, con sus palabras y su vida, ilumina nuestra realidad política y eclesial.
Siempre en esta línea de compromiso ciudadano, en 1855, fue Vicepresidente de la Convención Constituyente de Catamarca. Tres años más tarde, es nombrado obispo de Córdoba. Hay que recordarlo además como periodista, por su labor en los medios públicos e incluso en los que él mismo fundara.
Desde niño se sintió atraído por el pobre Francisco de Asís, siendo aún adolescente ingresó a la orden francisca. Ordenado sacerdote en 1849, atraía a muchos para escuchar sus prédicas. Recordemos que aquel 9 de julio pidió por la concordia y la unión de todos los argentinos. Su palabra sigue siendo actual, especialmente cuando invita a defender las instituciones del País y a trabajar en positivo por el bien de todos.
Más allá de su famosa oratoria de alcance internacional, encontramos en Esquiú un humilde sacerdote que trata de llegar, con la verdad, al corazón de la gente. En su prédica motivaba para que cada uno, dentro de la comunidad, sepa el tema y calcular las consecuencias antes de actuar, dedicarse a lo justo y a lo bueno, de no flaquear ante la amenaza de la tiranía y el despotismo o la seducción de la demagogia; de tener la capacidad para saber sacrificar las afecciones privadas en aras del bien común. Con sus palabras y su vida derramaba la caridad divina por todos sus poros.
Había nacido el 11 de mayo (día de san Mamerto) de 1826, en La Callecita (Piedra Blanca, Catamarca), bajo un pobre techo de paja. Hijo de Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por España al Río de la Plata; su madre, María de las Nieves Medina, criolla catamarqueña.
Fray Mamerto Esquiú fue consagrado obispo de Córdoba el 12 de diciembre de 1880, aunque siempre creía que no correspondía la dignidad episcopal.
Fray Mamerto Esquiú murió humildemente el 10 de enero de 1883, en la localidad catamarqueña de El Suncho. El diario El Eco de Córdoba (12/01/1883) escribía: Ha muerto no sólo un gran pastor, sino un gran hombre, que iluminó con sus prodigiosos talentos y con la luz de sus conocimientos profundos, el claustro, la Cátedra Sagrada [...] el humilde entre los humildes, que vivía más humildemente aún, ha expirado en un lugar humilde, solitario, privado de todo recurso, rodeado por el misterioso silencio del desierto”.
El Diario de Buenos Aires (31/1/1883), a su vez lo describía: La humildad, la pobreza, el desinterés, la castidad, el sacrificio, el amor al prójimo, la obediencia; las privaciones y los dolores impuestos a su existencia física. Todo ese conjunto que ha prescripto el rito y que pocos tienen presente, estaba encarnado en el fraile catamarqueño.
Mientras sus restos mortales descansan en la catedral de Córdoba, su corazón "incorrupto" permanece en el convento franciscano de Catamarca. Es el “Patrono de los Abogados Constitucionalistas. El Santo Padre Benedicto XVI reconoció las virtudes heroicas del siervo de Dios fray Mamerto Esquiú, de la Orden de los Frailes Menores (franciscanos), obispo de Córdoba (Argentina) y «orador» de la Constitución argentina.
Un personaje político religioso, creíble, que invita a superar los actuales desencuentros nacionales y de dar pasos en la madurez democrática y civil de nuestra República Argentina.
viernes, 21 de mayo de 2010
Los sacerdotes que abusaron de mí
Cuidémonos gravemente de tratar con ellos
Autor: R.P. Gustavo Caro
Fuente: arciprestazgodelinares.blogspot
Cuando era muy niño, sin tener conciencia, sin libertad, sin poderme defender, uno de ellos me hizo hijo de Dios, heredero de la Vida Eterna, Templo del Espíritu Santo y miembro de la Iglesia, nunca podré perdonarle haberme hecho tanto bien.
Otro, insistió en mis años tiernos, en inculcarme violentando mi voluntad, el respeto por el Nombre de Dios, la necesidad absoluta de la oración diaria, la obediencia y la reverencia a mis padres, el amor por mi Patria y me enseñó la utopía de no mentir, no robar, no hablar mal de otros, perdonar y todas esas cosas que nos hacen tan mojigatos y ridículos...
Otro apareció aludiendo que el Espíritu Santo, debía venir a completar la obra comenzada en el Bautismo, que me harían falta sus dones y sus frutos, que ya era hora de que viniera en mi ayuda Aquél que me haría defender la Fe, como un soldado ¡Qué osadía hablar en términos tan bélicos!, hizo en esa época que cuidara mi alma de las del mundo, que fuera noble, leal y honesto...
Otro abusó dándome libros para leer, no le bastaban sus consejos, que hacían poner la mirada en la eternidad y vivir como extraños aquí en la tierra, ¿Quién sacará ahora de mi cabeza el Evangelio?; ¿Las glorias de María?; ¿La Imitación de Cristo?; ¿Las Confesiones?; ¿Las Moradas?, etc., ¿Quién será capaz de curarme de todos esos tesoros que me marcaron para siempre?
Otro abusó de mi ignorancia enseñándome cosas que no sabía, otro no hablaba pero su vida virtuosa me inclinaba cada vez más a imitarlo. Hubo algunos que se aprovecharon de mí en momentos inesperados y me corrigieron, me alentaron y hasta oraron por mí.
Otros, cuando yo ya estaba en un círculo del cual no podía salir, se empecinaron con mi naturaleza caída y me incitaron a recibir a Jesucristo en su Cuerpo y Sangre, para resistir a los embates del enemigo, para fortalecer mi flaqueza y santificarme cada día más. Aunque para aquél que lea esta denuncia, le parezca que esto ya es demasiado y que más bien no se puede hacer, les digo que los abusos siguieron en aumento y todo pasó a mayores, cada vez que conocía a un sacerdote, se aprovechaba de mí con renovados métodos, reliquias, estampas, agua bendita, rosarios, bendiciones y oraciones de todo tipo, armaban una cárcel de tremendos beneficios que llegaron al límite de lo soportable.
Quiero dejar claro esta injusticia llena de perversidad y que atiendan a mi reclamo en esta denuncia, porque sé que algunos de ellos me estará esperando para seguir con esta iniquidad, sentado en un confesonario o a lado de mi cama cuando esté moribundo y aunque desaparezca seguirán abusando con sufragios por mi alma y súplicas de misericordia.
Quiero que se sumen a mi voz todos aquéllos que han sido víctimas de estos atropellos y se han sentido ultrajados por estas personas, pues sé que a otros los han unido en matrimonio, a otros le descubrieron su vocación, a otros hasta llegaron a ayudarlos materialmente o guardaron con llave en su corazón para siempre secretos tremendos de sus miserias humanas.
Cuidémonos gravemente de tratar con ellos, no les demos nuestros datos, no los miremos a los ojos, no les consultemos absolutamente nada, no sigamos ninguno de sus pasos, pues corremos el riesgo un día de caer en sus trampas y salvarnos eternamente.
martes, 18 de mayo de 2010
Una inquietante cuestión
Por Arnaldo Cifelli
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Bajo el título Franciscanos ¿pastores o pescadores?, el P. Raniero Cantalamesa disertó en el Capítulo de su Orden. Resumió el carisma Franciscano en tres “P”: Plegaria, Predicación, Pobreza.
El semanario Cristo Hoy (6-12 agosto 09) presentó un extracto de dicha disertación. Ésta es la síntesis referida a la predicación:

En una predicación, en la Casa Pontificia, brindé reflexiones que creo pueden servirnos también aquí. En las iglesias protestantes, y especialmente en ciertas iglesias nuevas y sectas, la predicación lo es todo. En consecuencia a ello, se encaminan y encuentran modo natural de expresarse los miembros más dotados.
Es la actividad número uno en la Iglesia (…). San Pablo, el modelo de todos los predicadores, ciertamente anteponía la predicación a cualquier cosa, y todo lo subordinado a ella. Los católicos estamos más preparados, por nuestro pasado, para ser “pastores” más que “pescadores” de hombres; esto es, estamos más preparados para apacentar a las personas que han permanecido fieles a la Iglesia que para atraer a ella a nuevas personas, o “repescar” a las que se han alejado. La predicación itinerante, elegida por san Francisco para sí, responde precisamente a esa exigencia.
Sería una lástima si ahora la existencia de iglesias y grandes estructuras propias hiciera de nosotros franciscanos, solo pastores y no pescadores de hombres. Nosotros, franciscanos, somos “evangélicos” por nacimiento y por vocación; no debemos permitir que la predicación itinerante, en ciertos continentes –como América Latina– la lleven a cabo sólo las modernas Iglesias “Evangélicas” protestantes (Fuente Zenit).
Si una personalidad del nivel del P. Cantalamesa planteó “esa inquietante cuestión”, en la Casa Pontificia y en el Capítulo de su Orden, sería prudente que también lo hiciera la Iglesia argentina.
El Año Sacerdotal es una ocasión providencial para verificar qué lugar ocupa actualmente la predicación en el ministerio sacerdotal; qué formación específica reciben los sacerdotes −diocesanos y religiosos−, y los diáconos permanentes.
Han pasado diecinueve años desde Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización. Resulta, entonces, oportuno constatar, en cuántos seminarios y escuelas diaconales, se está encarando, “con seriedad”, la descarnada denuncia y propuesta de su n° 51. ¿Qué mejor aporte se puede efectuar a la Misión Continental?
Sacerdotes y laicos corremos el riesgo de “deambular” por este Año Sacerdotal “sin pena ni gloria”. El desafío es asumirlo con ese espíritu, con esa “mística” que san Pablo denominó parresía, mezcla de valentía y audacia (cf. 1Tes 2, 2).
Fuente: http://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=2948
Fuente: http://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=2948
sábado, 15 de mayo de 2010
Pocos sacerdotes
"Matías, hay pocos sacerdotes...", es lo que me dijo un día un sacerdote amigo, haciendo alusión, por supuesto, no a la poca presencia de ellos, sino, en verdad, a la poca existencia de verdadores ministros de Cristo, transmisores de la Verdad, mensajeros del bien y hacedores de la paz.
Pero, por esos justos hombres; justos, aunque pecadores; por esos ministros de la Vida; por esos "pocos sacerdotes", realizo mi acción de gracias a Cristo Jesús, porque por ellos vive Él en el mundo, Rey eterno, Eucaristía Santísima.
¡Que viva Cristo! ¡Que reine con soberanía absoluta nuestras vidas!
¡Que vivan los sacerdotes! ¡Que reine en sus vidas Cristo para nosotros!
viernes, 26 de marzo de 2010
Oración por los sacerdotes

en el recinto de tu corazón,donde nadie pueda hacerles daño alguno;guarda inmaculadas sus manos consagradasque a diario tocan tu Sagrado Cuerpo; guarda sin mancha esos corazones sellados con el sublime sacerdocio;haz que tu santo amor los envuelva y separe del contacto del mundo.Bendice sus trabajos con frutos abundantesy sean las almas por ellos dirigidas y administradas,su consuelo y gozo aquí en la tierray después su hermosa corona en el Cielo.
P. Santiago Alberione.
viernes, 19 de marzo de 2010
Benedicto XVI: El sacerdote, “puente” entre Dios y el hombre (Parte 1)
“Lectio divina” del Papa con los sacerdotes de Roma
CIUDAD DEL VATICANO, martes 23 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto íntegro de la Lectio divina sobre el sacerdocio, que el Papa celebró el pasado 18 de febrero con los presbíteros de la diócesis de Roma. El texto bíblico fue tomado de la Carta a los Hebreos.
Dado que se trata de una intervención muy extensa, será publicada en tres partes, entre hoy y el próximo jueves 25 de febrero. En esta primera, el Papa reflexiona sobre la importancia de la relación con Dios en la vida del sacerdote.
Eminencia,
queridos hermanos en el Episcopado
y en el Sacerdocio,
es una tradición muy gozosa y también importante para mí poder iniciar la Cuaresma siempre con mi Presbiterio, los Presbíteros de Roma. Así, como Iglesia local de Roma, pero también como Iglesia universal, podemos emprender este camino esencial con el Señor hacia la Pasión, hacia la Cruz, el camino pascual.
Este año queremos meditar sobre los pasajes de la Carta a los Hebreos ahora leídos. El autor de esta Carta ha abierto un nuevo camino para entender el Antiguo testamento como libro que habla sobre Cristo. La tradición precedente había visto a Cristo sobre todo, esencialmente, en la clave de la promesa davídica, del verdadero David, del verdadero Salomón, del verdadero Rey de Israel, verdadero Rey porque es hombre y Dios. Y la inscripción sobre la Cruz había realmente anunciado al mundo esta realidad: ahora está el verdadero Rey de Israel, que es el Rey del mundo. El Rey de los Judíos está en la Cruz. Es una proclamación de la realeza de Jesús, del cumplimiento de la espera mesiánica del Antiguo Testamento, la cual, en el fondo del corazón, es una esperanza de todos los hombres que esperan al verdadero Rey, que da justicia, amor y fraternidad.

Así todo el mundo cultual, toda la realidad de los sacrificios, del sacerdocio, que está en búsqueda del verdadero sacerdocio, del verdadero sacrificio, encuentra en Cristo su clave, su cumplimiento y, con esta clave, puede releer el Antiguo Testamento y mostrar como precisamente también la ley cultual, que tras la destrucción del Templo fue abolida, en realidad iba hacia Cristo; por tanto, no fue simplemente abolida, sino renovada, transformada, porque en Cristo todo encuentra su sentido. El sacerdocio aparece entonces en su pureza y en su verdad profunda.
De este modo, la Carta a los Hebreos presenta el tema del sacerdocio de Cristo, Cristo sacerdote, en tres niveles: el sacerdocio de Aarón, el del Templo; Melquisedec; y el mismo Cristo, como el verdadero sacerdocio. También el sacerdocio de Aarón, aún siendo diferente del de Cristo, aún siendo, por así decirlo, sólo una búsqueda, un caminar en dirección a Cristo, con todo es “camino” hacia Cristo, y ya en este sacerdocio se delinean los elementos esenciales. Después está Melquisedec – volveremos sobre este punto – que es un pagano. El mundo pagano entra en el Antiguo Testamento, entra en una figura misteriosa, sin padre, sin madre – dice la Carta a los Hebreos –, sencillamente aparece, y en él aparece la verdadera veneración del Dios Altísimo, del Creador del cielo y de la tierra. Así también desde el mundo pagano viene la esperanza y la prefiguración profunda del misterio de Cristo. En Cristo mismo todo está sintetizado, purificado y guiado hacia su fin, a su verdadera esencia.
Veamos ahora cada uno de los elementos, en cuanto sea posible, sobre el sacerdocio. De la Ley, del sacerdocio de Aarón, aprendemos dos cosas, nos dice el autor de la Carta a los Hebreos: un sacerdote, para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, tiene que ser hombre. Esto es fundamental, y el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote, para poder realizar la misión del sacerdote. Debe ser hombre – volveremos sobre este punto –, pero no puede por sí mismo hacerse mediador hacia Dios. El sacerdote necesita una autorización, de una institución divina y sólo perteneciendo a las dos esferas – la de Dios y la del hombre –, puede ser mediador, puede ser “puente”. Esta es la misión del sacerdote: combinar, unir estas dos realidades aparentemente tan separadas, es decir, el mundo de Dios – lejano a nosotros, a menudo desconocido para el hombre – y nuestro mundo humano. La misión del sacerdocio es la de ser mediador, puente que une, y así llevar al hombre a Dios, a su redención, a su luz verdadera, a su vida verdadera.
Como primer punto, por tanto, el sacerdote debe estar de la parte de Dios, y solamente en Cristo esta necesidad, esta condición de la mediación se realiza plenamente. Por eso era necesario este Misterio: el Hijo de Dios se hace hombre para que se dé el verdadero puente, se dé la verdadera mediación. Los demás deben tener al menos una autorización de Dios, o, en el caso de la Iglesia, el Sacramento, es decir, introducir nuestro ser en el ser de Cristo, en el ser divino. Sólo con el Sacramento, este acto divino que nos crea sacerdotes en comunión con Cristo, podemos realizar nuestra misión. Y esto me parece un primer punto de meditación para nosotros: la importancia del Sacramento. Nadie se hace sacerdote por sí mismo; sólo Dios puede atraerme, puede autorizarme, puede introducirme en la participación en el misterio de Cristo; solo Dios puede entrar en mi vida y tomarme de la mano. Este aspecto del don, de la precedencia divina, de la acción divina, que nosotros no podemos realizar, esta pasividad nuestra – ser elegidos y tomados de la mano por Dios – es un punto fundamental en el que entrar. Debemos volver siempre al Sacramento, volver a este don en el que Dios me da lo que yo no podría nunca dar: la participación, la comunión con el ser divino, con el sacerdocio de Cristo.
Hagamos esta realidad también un factor práctico en nuestra vida: si es así, un sacerdote debe ser realmente un hombre de Dios, debe conocer a Dios de cerca, y lo conoce en comunión con Cristo. Debemos por tanto vivir esta comunión y la celebración de la Santa Misa, la oración del Breviario, toda la oración personal, son elementos del estar con Dios, del ser hombres de Dios. Nuestro ser, nuestra vida, nuestro corazón deben estar fijados en Dios, en este punto del que no debemos salir, y esto se realiza, se refuerza día tras día, también con breves oraciones en las que nos volvemos a conectar con Dios y nos convertimos cada vez más en hombres de Dios, que viven en su comunión y que pueden así hablar de Dios y guiar a Dios.
Benedicto XVI: El sacerdote, “puente” entre Dios y el hombre (Parte 2)
“Lectio divina” del Papa con los sacerdotes de Roma
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 24 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la segunda parte de la Lectio divina sobre el sacerdocio, que el Papa celebró el pasado 18 de febrero con los presbíteros de la diócesis de Roma. El texto bíblico fue tomado de la Carta a los Hebreos.
En la primera parte el Papa explicaba la importancia de la relación con Dios en la vida del sacerdote, de su participación en la vida divina a través de Jesucristo, el verdadero Sacerdote.
La tercera y última parte de la Lectio divina se publicará en el servicio de mañana jueves 25 de febrero.
El otro elemento es que el sacerdote tiene que ser hombre. Hombre en todos los sentidos, es decir, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo; debe tener una educación, una formación humana, virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor, porque sabemos que el ser humano está herido y la cuestión de “qué es el hombre” está oscurecida por el hecho del pecado, que ha lesionado la naturaleza humana hasta en lo profundo. Así se dice: “ha mentido”, “es humano”; “ha robado”, “es humano”; pero esto no es el verdadero ser humano. Lo humano es ser generoso, ser bueno, ser hombre de la justicia, de la verdadera prudencia, de la sabiduría. Por tanto salir, con la ayuda de Cristo, de este oscurecimiento de nuestra naturaleza para llegar al verdadero ser humano a imagen de Dios, es un proceso de vida que debe comenzar en la formación al sacerdocio, pero que debe realizarse también y continuar en toda nuestra existencia. Pienso que las dos cosas van fundamentalmente juntas: estar en Dios y con Dios y ser realmente hombre, en el verdadero sentido que quiso el Creador, al plasmar esta criatura que somos nosotros.

Esta humanidad del sacerdote no responde al ideal platónico y aristotélico, según el cual el verdadero hombre sería aquel que vive solo en la contemplación de la verdad, y así es beato, feliz, porque tiene amistad solo con las cosas hermosas, con la belleza divina, mientras que “los trabajos” los hacen otros. Esta es una suposición, mientras que aquí se supone que el sacerdote entra como Cristo en la miseria humana, la toma consigo, va a las personas sufrientes, se ocupa de ellas, y no sólo exteriormente, sino que las tome sobre sí interiormente, recoja en sí mismo la “pasión” de su tiempo, de su parroquia, de las personas a él confiadas. Así Cristo mostró su verdadero humanismo. Ciertamente su corazón está siempre fijo en Dios, ve siempre a Dios, íntimamente está siempre en diálogo con Él, pero Él lleva, al mismo tiempo, todo el ser, todo el sufrimiento humano entra en la pasión. Hablando, viendo a los hombres que son pequeños, sin pastor, Él sufre con ellos, y nosotros sacerdotes no podemos retirarnos a un Elysium, sino que estamos inmersos en la pasión de este mundo y debemos, con la ayuda de Cristo y en comunión con Él, intentar transformarlo, de llevarlo hacia Dios.
Precisamente esto se dice, con el siguiente texto realmente estimulante: «habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas” (Hb 5, 7). Esto no es solo una indicación de la hora de angustia en el Monte de los Olivos, sino que es un resumen de toda la historia de la pasión, que abraza toda la vida de Jesús. Lágrimas: Jesús lloraba ante la tumba de Lázaro, estaba realmente tocado interiormente por el misterio de la muerte, por el terror de la muerte. Personas que pierden al hermano, como en este caso, a la madre y al hijo, al amigo: toda la terribilidad de la muerte, que destruye el amor, que destruye las relaciones, que es un signo de nuestra finitud, de nuestra pobreza. Jesús es puesto a prueba y se confronta hasta lo profundo de su alma con este misterio, con esta tristeza que es la muerte, y llora. Llora ante Jerusalén, viendo la destrucción de la bella ciudad a causa de la desobediencia; llora viendo todas las destrucciones de la historia del mundo; llora viendo cómo los hombres se destruyen a sí mismos y sus ciudades en la violencia, en la desobediencia.
Jesús llora, con fuertes gritos. Sabemos por los Evangelios que Jesús gritó desde la Cruz, gritó: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15, 34; cfr. Mt 27, 46), y que gritó una vez más al final. Y este grito responde a una dimensión fundamental de los Salmos: en los momentos terribles de la vida humana, muchos salmos son un fuerte grito a Dios: “¡Ayúdanos, escúchanos!”. Precisamente hoy, en el Breviario, hemos rezado en este sentido: ¿Donde estás, Dios? “Como ovejas de matadero nos entregan” (Sal 44, 12). ¡Un grito de la humanidad sufriente! Y Jesús, que es el verdadero sujeto de los Salmos, lleva realmente este grito de la humanidad a Dios, a los oídos de Dios: “¡Ayúdanos y escúchanos!”. Él transforma todo el sufrimiento humano, tomándolo en sí mismo en un grito a los oídos de Dios.
Y así vemos que precisamente de este modo se realiza el sacerdocio, la función del mediador, transportando en sí, asumiendo en sí el sufrimiento y la pasión del mundo, transformándola en grito hacia Dios, llevándola ante los ojos y en las manos de Dios, y así llevándola realmente al momento de la Redención.

Digamos, justamente, que Jesús no ofreció algo a Dios, sino que se ofreció a sí mismo, y este ofrecerse a sí mismo se realiza precisamente en esta compasión, que transforma en oración y en grito al Padre el sufrimiento del mundo. En este sentido, tampoco nuestro sacerdocio se limita al acto cultual de la Santa Misa, en el que todo es puesto en las manos de Cristo, sino que toda nuestra compasión hacia el sufrimiento de este mundo tan alejado de Dios, es acto sacerdotal, es prosphèrein, es ofrecer. En este sentido, me parece que debemos entender y aprender a aceptar más profundamente los sufrimientos de la vida pastoral, porque precisamente esto es acción sacerdotal, es mediación, es entrar en el misterio de Cristo, es comunicación con el misterio de Cristo, muy real y esencial, existencial y también sacramental.
Una segunda palabra en este contexto es importante. Se dice que Cristo así – a través de esta obediencia – se hizo perfecto, en griego teleiothèis (cfr. Hb 5, 8-9). Sabemos que en toda la Torá, es decir, en toda la legislación cultual, la palabra tèleion, aquí utilizada, indica la ordenación sacerdotal. Es decir, la Carta a los Hebreos nos dice que precisamente haciendo esto Jesús se hizo sacerdote, se realizó en su sacerdocio. Nuestra ordenación sacerdotal sacramental debe realizarse y concretarse existencialmente, pero también de modo cristológico, precisamente en este llevar al mundo con Cristo y a Cristo y, con Cristo, a Dios: así nos convertimos realmente en sacerdotes, teleiothèis. Por tanto, el sacerdocio no es una cosa para algunas horas, sino que se realiza precisamente en la vida pastoral, en sus sufrimientos y en sus debilidades, en sus tristezas y también en sus alegrías, naturalmente. Así nos convertimos cada vez más en sacerdotes en comunión con Cristo.
La Carta a los Hebreos resume, finalmente, toda esta compasión en la palabra hypakoèn, obediencia: todo esto es obediencia. Es una palabra que no nos gusta, en nuestra época. La obediencia aparece como una alienación, como una actitud servil. Uno no usa su libertad, su libertad se somete a la voluntad de otro, por tanto uno ya no es libre, sino que está determinado por otro, mientras que la autodeterminación, la emancipación sería la verdadera existencia humano. En lugar de la palabra “obediencia”, nosotros queremos como palabra clave antropológica la de “libertad”. Pero considerando desde cerca este problema, vemos que las dos cosas van juntas: la obediencia de Cristo es conformidad de su voluntad con la voluntad del Padre; es un llevar la voluntad humana a la voluntad divina, a la conformación de nuestra voluntad a la voluntad de Dios.
San Máximo Confesor, en su interpretación del Monte de los Olivos, de la angustia expresada precisamente en la oración de Jesús, “no mi voluntad, sino la tuya”, describió este proceso, que Cristo lleva en sí como verdadero hombre, con la naturaleza, la voluntad humana; en este acto – “no mi voluntad, sino la tuya” – Jesús resume todo el proceso de su vida, es decir, del llevar la vida humana natural a la vida divina, y de esta forma transformar al hombre: divinización del hombre, y así redención del hombre, porque la voluntad de Dios no es una voluntad tiránica, no es una voluntad que esté fuera de nuestro ser, sino que es precisamente la voluntad creadora, es precisamente el lugar donde encontramos nuestra verdadera identidad.
Dios nos ha creado y somos nosotros mismos conformes con su voluntad: sólo así entramos en la verdad de nuestro ser y no estamos alienados. Al contrario, la alienación se realiza precisamente saliendo de la voluntad de Dios, porque de este modo salimos del diseño de nuestro ser, ya no somos nosotros mismos y caemos en el vacío. En verdad, la obediencia a Dios, es decir, la conformidad, la verdad de nuestro ser, es la verdadera libertad, porque es la divinización. Jesús, llevando al hombre, el ser hombre, en sí y consigo, en la conformidad con Dios, en la perfecta obediencia, es decir, en la conformación perfecta entre las dos voluntades, nos ha redimido y la redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la comunión con la voluntad divina. Es un proceso por el que rezamos cada día: “hágase tu voluntad”. Y queremos rezar realmente al Señor, para que nos ayude a ver íntimamente que esta es la libertad, y a entrar, así, con gozo en esta obediencia y a “recoger” al ser humano para llevarlo – con nuestro ejemplo, con nuestra humildad, con nuestra oración, con nuestra acción pastoral – a la comunión con Dios.
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