
Por el poder que proviene del Hijo del Hombre, el sacerdote posee el don del milagro en este mundo. Basta para ello una buena hidratación de la semilla innata de la fe. Ella realmente mueve montañas.
Animemos hoy a nuestros Cristos en el mundo a seguir con la diaria lucha contra la insignificancia de los tiempos.
Elevemos nosotros también al Cielo súplicas y acción de gracias por el hermoso don eterno del sacerdocio.
¡Gloria en el Cielo! ¡Paz en la Tierra!
Matías Néstor Macagno
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario.
Matías.